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para comentario y solución del enigma.
«[…] el verbo
selenelalio.
Satelles
noctis no, círculo
armado,
extático bajel del firmamento:
si tu orza de luz hiende el calado
de la sombra, sesgado es y opulento,
aunque en prestada plata, el predicado
pródigo pero impar del lucimiento,
pues tu esplendor reduce a un reflejo,
pues tu imagen retiene en el espejo
de alterna crisopeya, en cuya mar
desmaya gradualmente tu figura,
deslavazada y vana, al aguardar
el
nómada que
vuelva en tu dulzura,
de noche, el cendal frío y estelar
a aplacar la distancia que conjura.
Celaste,
σέλας, al
durmiente
allende,
y no eres la que el
arco irisó
aquende?…
Y la otra
luz, cinérêa,
que te incide
desde aquí y consuma hasta el contorno,
¿no es plenilunio inverso, ya que impide
olvidar tu silueta intuida, adorno
pensil del yermo azul, que nadie mide
y sólo anhela un pálido retorno?
Como fulge en ti gélido el
albedo,
porque argéntêo convierte ardor en miedo,
así a tu oculto rostro,
el otro, liga
–exhortando a acrecer nuestra conciencia–,
el
poeta la no
vista enemiga;
a integrar el enigma que silencia
su nombre nos convoca, porque obliga
a atenuar el perfil de la existencia.
¡Tenacidad ha de ofrendar la llama
a tiniebla que envuelve y la reclama!
“¿Cómo entregarse a esta noche oscura,
valiente, sin jamás cerrar los ojos,
para ver, en la tierra, tu albura?”
“Descuida, sé impetuoso, puro arrojos;
tuyo será mi centro que fulgura
y acrecido tu sino a manojos.”
“He cinglado el océano del miedo,
con cada cresta ebria que transgredo.”
Tu rítmica ocurrencia la mensura
del perpetuo, intangible movimiento
sugería… y el número captura
del silente caudal cada fragmento;
tu helada lava asciende por la oscura
senda en que a
aquél seguía
un sentimiento,
que en el Hades recobró su empeño,
perdió, y
reencuentra en fuentes de tu sueño.
Mayor te cifra
arcano el
doble nueve;
allí, absorta, levitas en la escena:
que con
cáncer
conciencia el agua eleve;
que al
lobo sea el perro
el que serena;
que hagan
torres que
nada se subleve;
que sean senda y meta áurêa cadena
y en
yods caigan
las
gotas del
rocío
con que nutres y velas por el
trío.
Bahía eres de un campo de zafiro;
en el piélago, hiato de la sombra:
“medro y menguo, siguiendo tu respiro.”
–canta cada criatura que te nombra–
“la fija variación que imito y miro:
el oleaje que hiere y asombra.”
No será de aquí, nauta del suelo,
quien te surque, si no copia el cielo.