„…das Licht in seinem Wirken,… daß uns etwas heilig ist,… daß alle
        heiligen Orte der Erde zusammen sind um einen Ort, und das
        philosophische Licht um mein Fenster ist jetzt meine Freude; daß ich
        behalten möge, wie ich gekommen bin, bis hieher!“
Hölderlin, Brief an Böhlendorff vom 2. 12. 1802.
    
    
    
     
  
Del alféizar adentro
    la coherente levedad, que encofra
    el maderamen de la cámara
parece diáfana
    al alma en suspenso…
(—¿Puede la luz, ser ella misma
    diáfana?)
    
    
    Lo parece, no cuando el fulgor
    se incita y ciega
    hasta hacer presa de sí,
    
    –altanería de esterilidad–,
    
    ni cuando el fruto
    macado
    o en agraz aún, define
    hacia los lados,
    
    su encarnadura en los dos reinos…
  
–La luz,
    sólo puede parecerlo
en otra hora…
     
Plenitud
no meridiana,
    
    la mañana estriada
    en las persianas
    del cuarto infantil,
    
    hundía su nasa en la penumbra:
    la captura era inmediata,
    sutilísima y albina,
    
    y la magnificencia de lo abierto
    al otro lado
    
    
    encerraba en los conos el prodigio
  
en levitación,
 de estar poblada…
    
    
    Del alféizar afuera
    otra conciencia fluye y se remansa
    en la acuarela trina,
    en la devoción con que la forma casi cesa
  
o, con nitidez
    de virgen sumergida,
se resume
    en condición de ser…:
    
    
    A la izquierda, estremece la brisa
    una abstracción del verde pálido,
    que la isla numerosa de la danza
    constela en unidad;
    
    como resina de un tronco,
    de esa danza rezuma el reposo,
    
    y el que huye, porque teme
    la soltura del aire,
    la sujeción de la tierra,
    encuentra albergue en lo que riela,
    devanado entre las dos:
  
    copa, cifra del escalofrío
 que recorre la espaciosa quietud
    de un concepto,
    
    a quien te mira, ofrendas la certeza
    de una duración distinta,
    la posibilidad pura de crecer,
    allí donde se abisma el movimiento.
    
    
    Y corren atrás las nubes
    hacia el centro. Ellas
    y la soledad de un punto alado
    son la misma decisión de volumen
    en lo alto;
    
    mas, qué es “lo alto”
    sino esa gravidez equidistante
    entre la emoción de aquí
  
y el zafiro del trasfondo?
     
Pues tan sólo por él, –como claro,
    apenas visible en un extremo–,
    todo se sitúa, sí
por la impiedad apacible,
    ultramarina,
    
    de la perfecta indiferencia.