a Enrique Marcelo Olivay, i. m.
El tweed, la luz en el naranja hirsuta
–de felino agazapo estrella extinta–
tilda el bulto y, oliva en la voluta
del ojo, un noviciado de alma encinta;
al cabello, sutil, nada refuta
el iris de su hondura ni su tinta,
e insta a la paz, corona y crisma
que unge a la paloma y la ensimisma:
a aquélla que mintió muerta tu
historia [*]
ya por falaz crueldad desvencijada,
cuando te armabas héroe en la memoria
de uncir ajeno ser a propia nada; [*]
¿era ésa la escala promisoria
de emisarios süaves, mar que horada
tu piedra con los títulos del sueño,
o cuerda del necróforo y empeño? [*]
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