De un cultor de la ironía
Yace aquí adusto quien no ocultaba una sonrisa
al oír arrullar el agua, fluyendo aprisa.
De un gramático
Mi vida conjugué en un solo tiempo y modo.
¡Y declina mi nombre y se asordina en todo!
De un caminante que gustaba de contemplar el cielo
Vi, erguido, disolverse una nube elocuente;
ve cómo me disuelvo ahora, mudo y yacente.
De una joven bella, muerta en un accidente
Si crees que el azar es más que fruición del hado,
recuerda mi esplendor, y mira qué ha quedado.
De uno que reflexionó en vano sobre el universo
Pasé y me fui de aquí como una nube,
sin siquiera saber dónde es que estuve.
De un perro fiel, muy querido por su amo
Como eterno hoy viví aun ayer; y sin mañana,
me anegó tu mirada, y fluí en marea humana.
De un santo que supo sentirse devuelto al todo
El túmulo que ves, no oculta a nadie:
¡que la reliquia ilustre y que mi ausencia irradie!
De uno que se adormeció suavemente un día de invierno
Un rumor estival oí imbricarse en el frío,
la casaca sentí vacante, y ya no era mío.
De un hablador, aturdido de identidad
Me abroquelé en la luz cenital de la conciencia
y me entrego a un crepúsculo ambiguo, que silencia.
De un temeroso de la muerte – 01
Me angustiaba perderme al nublarse el perfil:
búscame en la luz amena, en el viento hostil.
De un temeroso de la muerte – 02
Yo fui reunión gozosa de células en celo.
Vedme, árida diáspora, abandonada al cielo.
De una amiga dilecta de Calíope y Euterpe, que negaba su condición de tal
Jugué con letra y notas, y añoré este lugar;
resuelta en el enigma, ¿quién lo ha de revelar?