La onda aloja las ansias de llanura,
un desmayo o declive hacia el ocaso,
la lámina embriagada que perdura
tras bastidores vueltos al acaso.
Un actor agobiado monologa,
y del silencio pende su palabra
como el reo pende de la soga;
ve el vacío que anima el vuelo y labra
meticulosa escala encarnada
por la ladera estricta que limita
a la tierra y al cielo la mirada,
nuestra estancia dejando circunscrita
a un valle estrecho, a un fragoso vado,
donde la niebla vaga y no intuye el otro lado.