No ciclo circadiano; instante trémulo
que escinde noche y día repentinos
el tierno muro tiende, del pulso émulo
y del soplo que alterna ambos caminos
(hacia ti, el colmado de ajena gêometría;
desde ti, el que de propias rüinas te vacía);
es gémino telón incidiendo en dos escenas:
la de afuera, que impera, te antecede y pervive,
en carne, en flor, estrella mensurable apenas,
y la que en el zafiro del íntimo declive,
no menos abisal, te sugiere desde el sueño
cifrada afinidad con leves rostros sin dueño.
Licor de mar desliza en la congoja
y destellos descubre en la ira,
posible hace el reposo y aherroja,
al abrirse, a aquél ya cautivo del que mira.
Doble puerta de Jano, mutable firmamento
de cada incandescente sierpe o astro ceniciento.
¡Oh eón en el segundo y sutil
intermitencia,
linde a la vez del yo y piel
del mundo!
Nos entrega a lo abierto y resguarda otra conciencia
cenital su intemperie, su sigilo
profundo.
Que su penumbra medre e irise la pupila,
sombra en luz se recobre, que integra y adormila.