Como el mar se desprende de sí mismo,
gradualmente, al romper en cada ola,
que en parte vuelve a él, y en parte sola
apacigua en arena el paroxismo
de enardecer nevando una frontera
más allá de la cual ya no perdura,
así se irá de ti mi alma madura,
lanzada de tu sueño y prisionera.
Un cielo plúmbeo y dunas solidarias
con el asiduo cambio de la forma,
evocarán, no obstante, una familia
de vivos óleos, lacerantes arias,
en pugna con el tiempo que los norma
y bate en vano, asila y no concilia.