Tras telón inicial, eterno enigma.
Es poiesis gradual el gran estruendo,
al que poder de un dios el mito asigna,
reticencia del caos resolviendo
noche y día, agua y tierra, carne y piedra,
pues de ésta a aquélla un solo aliento medra.
Caleidoscopio de ubicuos espejos,
gema que gira en sí, y siempre más lejos,
si en todo cada fibra prolifera,
¿por qué ejes de secreta simetría,
por qué el círculo y música en la esfera?
Ni arcano ni evidencia alguna habría
en el neutro letargo de las cosas,
en su mero reposo indiferente;
mas si una luz revierte –¿de repente?,
¿en qué seno?– y consciente es de sí,
entre adversas paredes silenciosas
teme eclipsarse y languidece allí
quien arde en sed junto a la muda fuente.