Sobre la recurrente ilusión de certeza de la presencia parental (ya en el ocaso)
El desgarrador viento del recuerdo
la bonanza hïende de la hora
ambigua, y un bajel exhausto escora
hacia lo abierto, estando al pairo, lerdo.
El soplo que jirona fuera, al mismo
tiempo en el interior cunde y conjura
la pleamar que guarda a la criatura
de la presencia oculta del abismo.
¡Qué tierna de un capullo es persistencia,
por que en flor o crisálida perdure
de amor cerco quiescente, el que silencia
sea augurio fatal que el mar murmure,
sea el eco de la voz, que a un desolado
cuarto, quien expiró en él dio en legado.