A las manos de Roxana Prieto, viéndola interpretar una pieza de música
El serpêante sigilo en gemelas serpentinas
levita, incide el fértil vacío del silencio,
y es seda cautelosa y clamor lo que presencio,
de una lid de azabache y nácar, cuando te inclinas.
En concéntricas curvas el mundo se espirala
como el eco del mar en la valva del molusco,
y en dispersa simiente hallo la cifra que busco
de distancia abolida por anhelante escala.
Porque, como de altura carece en la danza
de apogeo un extático instante la figura,
elevarse parece tu mano si descansa,
y reposar alzándose: la visión clausura
–confundidos su ascenso y descenso– del segundo
que al oído herirá con cetrero son profundo. [*]