Por la muerte de un aguacil encandilado
La migrante escultura azula en laca,
levita y se incinera en lo que ataca.
La translúcida errancia de tus alas
bate en vano, asibila, alta en la alcoba,
recamadas retículas, y escalas
la cascada de luz, que ya te arroba
y atrae hacia el ardor por el que igualas
a Ψυχή; no crepita ni corcova [*]
esa pira: el espacio es la cortina
que el suicidio faceta y empecina.