Quien desgarra la bruma de la linde
y allí se desvanece y se despoja
del peso y de la forma, es paradoja
de la carne y del signo que se escinde,
porque ha sido unidad y está disperso;
fibra antes de luz, sombra es destituida;
quien la evoca tan sólo ve su huida
hacia la intimidad de un universo
que difunde en el vértigo estelar
idéntico y simétrico misterio
al que el fruto se niega a develar
y el lóculo mantiene en cautiverio:
cada gota de púrpura encarnada
que, abierta, prodiga una granada.