El soplo más sutil que estremece la cortina,
de sal cifra en la piedra que la espuma imagina,
la altura, si el hornero asila su voz, la horada…,
el polvo que demora la carne ante la nada,
la incesante inquietud con que una danza se abisma
cuando migra la llama de forma hacia sí misma:
todo vibra y se anima en la ubicua sensitiva,
sin que nada, inexhausta, una la intuya o conciba.