El aura capturada de quien falta,
por –cuadro, audio o vídeo– un artilugio
que a nuestro desconsuelo da refugio
fugaz, se esfuma al tiempo que se exalta.
Acuña el rostro runa irrepetible,
vierte la voz –regencia del vacío–
licor vano en estéril regadío,
o finge en têatro un cuerpo ser tangible.
¿Qué desposee del caudal relicto
del ausente, a quien oye u observa?
–Su baldía orfandad da el veredicto:
comprender que es visión propia, espectral,
relicario de amor, al que da igual
lo amado se alce en humo o nutra hierba.