Si reclaman alvéolos parcelas
de un envolvente mar, mudo y baldío;
si un glóbulo aprisiona en el sombrío
torrente de la púrpura, y tú celas
el pneuma rítmico y puntual que insiste
en que como el follaje, estremecido,
distraiga de íntima brisa tu oído
y un dintorno titile en la luz triste,
eres ese extraviado peregrino
que integra entre dos noches breve día,
y arduo es más que el de antaño tu camino, [*]
sin el terruño al que él después volvía,
consumando el regreso su destino.
Sólo niebla hay delante y lejanía.