Silueta embalsamada en las salas del recuerdo
que el plomo sigiloso del silencio oprime:
si me funda ante el mundo, la distancia es sublime;
si me funde en él, hiato de mi eclipse es lerdo.
Con savia de la luz cada cosa se perfila
en este espacio, afirma su contorno
y nos insta a habitar su cercanía;
mas si como en el sol se contrae la pupila,
contrita, se repliega, agazapa y, sin retorno,
cual agujero negro hacia el centro de sí guía
las aristas que inscriben su perfil en el alma,
ya ni la perspectiva ni el propio nombre calma
la urgencia del vacío: es nuestra melancolía.