Soledad

 

 

 

Los objetos se obstinan en ceñir sus contornos,
cada cara satura su tácita existencia
con una epifanía que imana el desamparo
de ser un «reservorio de afecto» y de pasado, [*]
–por el don que les han conferido nuestras vidas,
a ellos, que ni nacen ni cesan, sólo duran–
estando así, librados a la dehiscencia estéril
de su disolución. Las astillas del sonido
hincan el sortilegio de un encaje sonámbulo,
–el guipur de las voces que no están ya en el mundo–,
en la mudez sombría de materia y vacío.

 

 

 

HAP