Soneto apaisado

 

 

 

(sobre un endecasílabo de M. L.)

 

 

La línea estremecida es la ribera;
cada punto, el destino que, a lo lejos,
la onda ansía, de espuma y de espejos,
en el plano que impávido la espera.

¿Y ha de ser nuestra ‹madre›, la que imana,
sólo un punto perdido en el vacío?
¿Y en tal vientre el sustento y el averno?

Pero no hay tal margen en la altura,
sólo insondable azul del aire lacio;
de noche, flores frías del espacio,
que a sí mismo se atiene y conjetura.

¿La luz ubicua es sólo una lejana,
sinuosa llama en un fanal baldío,
incesante temblor de un pulso eterno?

 

La eclíptica madura en segundos

la intersección de amor de nuestros mundos.

 

 

 

 

 

 

 

 

HAP