La línea estremecida es la ribera;
cada punto, el destino que, a lo lejos,
la onda ansía, de espuma y de espejos,
en el plano que impávido la espera.
¿Y ha de ser nuestra ‹madre›, la que imana,
sólo un punto perdido en el vacío?
¿Y en tal vientre el sustento y el averno?
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Pero no hay tal margen en la altura,
sólo insondable azul del aire
lacio;
de noche, flores frías del espacio,
que a sí mismo se atiene y conjetura.
¿La luz ubicua es sólo una lejana,
sinuosa llama en un fanal baldío,
incesante temblor de un pulso eterno?
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