(Pucha el mensaje de ayer
sí que es de estilo bonito,
figurao, ajustadito,
con color, muchas razones,
y mentiras, a montones…
¡pero anda bien ‹el pollito›!)
«Nuestro amor libidinesco»
estaba por referir,
enfrentándome al nadir
de una vida voluptuosa,
y he de posponer la cosa
por lo que voy a decir.
¡ahijuna el Coridón
me asusta a la Cofradía,
ya no sale ni de día
por temor al Innombrable,
quiere sólo que se hable
de amor, y en nadie confía!
¡velay que les mete miedo
con leyendas medievales!
en temor no hay quien le iguale,
y le tiembla hasta el cogote.
Si anda de noche, sale
con ajo contra el vampiro,
reza, se va en suspiro´
y ni el conjuro le vale,
pa´no darnos testimonio,
con pelos y con señales,
de que lo apuró el demonio.
Por eso os invito a oír
y a sacar un buen provecho
de lo que un chasqui que el trecho
que al galope cubre expreso
de Pampa al Peloponeso,
me informó que alguien ha hecho:
«Allá en la Pampa argentina,
vido arrugáu y hecho un bollo
leido y escribeido criollo,
estudiao en Alcalá,
junto al ancho Paraná
un gaucho raro y rotoso,
más veterano que mozo.
–‹Sans-culotte, qu´est-ce que tu fais?›
dijo, por si era francé’,
y lloriqueó el giboso:
–‹Lágrimas al agua doy
y lloro mi desventura,
pues como fruta madura,
contra el suelo me estrellé,
perdí confianza y fe,
ya ni el rabo se me para,
con más repulgue en la cara
que mastín napolitano
quedé, pues perdí la mano
frente al que yo desafiara.›
Se acerca el criollo al que sufre,
que empieza a jeder a azufre:
–‹¡Vade retro, Satanás!›
se santigua, va pa’ atrás,
y el otro, hincado le espeta:
–‹No se asuste, buen amigo,
¿no me ve desfallecer?
¿qué mal ve en estar conmigo?
si he perdido mi poder…›
–‹No creo que pueda ser,
el diablo no pierde nunca
el hacha con que nos trunca
y nos deja sin resuello,
aunque tengamos el cuello
más duro que un quebracho,
ante él se agacha el más macho
y pierde la vida en ello.›
Dijo el otro, medio muerto:
–‹Eso fue hasta hace un rato,
cuando el diablo se encontró
con la horma de su zapato.
Fue en Rosario, en Santa Fe,
que me metí en un apuro
y me quedé todo duro,
así, como Ud. me ve:
paralítica la lengua,
el oído, con gran mengua,
el cuerpo, en un corsé;
hasta me dio la tortícoli’
¡por querer payar con Piccoli!…
y quién soy, ya no lo sé.›»