Antídoto resuelto en itálica rima, contra el miedo infundido por Coridón, 12/12/2002.

 

 

 

(Pucha el mensaje de ayer

que es de estilo bonito,

figurao, ajustadito,

con color, muchas razones,

y mentiras, a montones…

¡pero anda bien ‹el pollito›!)

 

 

 

«Nuestro amor libidinesco»

estaba por referir,

enfrentándome al nadir

de una vida voluptuosa,

y he de posponer la cosa

por lo que voy a decir.

 

¡ahijuna el Coridón

me asusta a la Cofradía,

ya no sale ni de día

por temor al Innombrable,

quiere sólo que se hable

de amor, y en nadie confía!

 

¡velay que les mete miedo

con leyendas medievales!

en temor no hay quien le iguale,

habla de Carón y Argote

y le tiembla hasta el cogote.

Si anda de noche, sale

 

con ajo contra el vampiro,

reza, se va en suspiro´

y ni el conjuro le vale,

pa´no darnos testimonio,

con pelos y con señales,

de que lo apuró el demonio.

 

Por eso os invito a oír

y a sacar un buen provecho

de lo que un chasqui que el trecho

que al galope cubre expreso

de Pampa al Peloponeso,

me informó que alguien ha hecho:

 

«Allá en la Pampa argentina,

vido arrugáu y hecho un bollo

leido y escribeido criollo,

estudiao en Alcalá,

junto al ancho Paraná

un gaucho raro y rotoso,

más veterano que mozo.

–‹Sans-culotte, qu´est-ce que tu fais?›

dijo, por si era francé’,

y lloriqueó el giboso:

 

–‹Lágrimas al agua doy

y lloro mi desventura,

pues como fruta madura,

contra el suelo me estrellé,

perdí confianza y fe,

ya ni el rabo se me para,

con más repulgue en la cara

que mastín napolitano

quedé, pues perdí la mano

frente al que yo desafiara.›

 

Se acerca el criollo al que sufre,

que empieza a jeder a azufre:

‹¡Vade retro, Satanás!›

se santigua, va pa’ atrás,

y el otro, hincado le espeta:

–‹No se asuste, buen amigo,

¿no me ve desfallecer?

¿qué mal ve en estar conmigo?

si he perdido mi poder…›

 

–‹No creo que pueda ser,

el diablo no pierde nunca

el hacha con que nos trunca

y nos deja sin resuello,

aunque tengamos el cuello

más duro que un quebracho,

ante él se agacha el más macho

y pierde la vida en ello.›

 

Dijo el otro, medio muerto:

–‹Eso fue hasta hace un rato,

cuando el diablo se encontró

con la horma de su zapato.

 

Fue en Rosario, en Santa Fe,

que me metí en un apuro

y me quedé todo duro,

así, como Ud. me ve:

paralítica la lengua,

el oído, con gran mengua,

el cuerpo, en un corsé;

hasta me dio la tortícoli’

¡por querer payar con Piccoli!…

y quién soy, ya no lo sé.›»

 

 

 

Néstor

 

 

 

HAP