«de la poesía cuál sentido,
conocido o por haber,
es fuente…. de su placer.»
dirigí en reto anterior
no a payador parlanchín
ni a gaucho dicharachero,
sino a un poeta mayor
esa cuestión del aujero.
Nombré a dos: me equivoqué;
porque aquí en el escenario
con pie firme y canto vario,
retando en su osadía
con cuestiones de poesía,
entró a tallar don Hilario.
La viola a la mano place
con su forma de mujer,
y de sus seis cuerdas nace,
como Venus de una espuma,
el alma al son que la acuna,
sin mañana y sin ayer.
Rara virtud del sonido
en pureza y numeroso.
¿Es otra la del acoso
del ojo por el color,
esfera sin ecuador,
que bate un fuego copioso?
¿Qué cambia a la piedra dura
en espaciosa escultura?
–La medida y proporción.
La obra instaura por justa,
y porque mide es que gusta.
Hallo la clave si hurgo,
bajo cada cosa creada,
en el placer del demiurgo
dando entidad a la nada.
Mas un elemento mixto
es de Poesía el registro,
y son los sentidos todos,
color, notas y otros modos,
–no «por haber», de antaño–
su conjunción y su fuga,
lo que esa fuente conjuga
en lo armonioso y extraño.
Arte de un mago, Hilario,
emparentado al conjuro,
es ese trovar oscuro
un acucioso convite:
seduce porque repite,
nos cautiva sin remedio,
por lo que dice entremedio.
Y ya usted lo ha de saber:
toda vez que la palabra
se diga pa’ que se abra,
dentro de un simple recado,
otro mundo ensimismado,
habrá magia, habrá placer.