«¿a quién canta el ruiseñor
cuando se avecina el sol?»
Dicen que canta a una idea,
y con su canto querella
la ardorosa crisopeya
de quien lo nombró Luscinia;
otros, que a una ignominia,
que en Filomela se sella.
Si canta en el bosque umbrío,
antes de que salga el sol,
cante tal vez al rencor
de la noche que se aleja,
dejando luz en la queja
de su engolada labor.
Mas yo tengo para mí,
que si su canto es tan dulce
que mana como licor,
para que el alma se impulse
y arrobe a su celador,
es que le canta al amor.
(Cantó en todos los tiempos,
«no nació para la muerte»; [*]
el más débil, el más fuerte,
lo oyó siempre antes del alba,
cual dulce arquero que salva,
Por eso creyó el anciano
que es un ave singular,
sin doble y sin igual,
y el ruiseñor de la oda
–que es uno en sus copias todas–
el ruiseñor a pensar.)