Del pasado son tres las formas vivencïales:
dolorosa, feliz y sufrida-indiferente:
pérdidas para el alma; sólo no la primera,
porque atenaza al alma evocar lo lacerante.
De una ciudad cercada llega a los arrabales
el recuerdo; no ingresa, se queda siempre enfrente,
añora lo que fue –aunque en algo lo sufriera–,
y se abandona sólo a la dicha de un instante.