a Juan L. Ortiz
de ella, señor
del agua aun, los cabildillos
sus más rápidos
de azul
si
izar así las jilguerías
de un silencio
de puntillas,
fuera en todas y por todas
las otras
“clientas” de la aurora
el sueño tal vez
de decisión de unos tandiles
que llamara el otro azul
a una costa
de platinas…
así el reloj
mejor
de las espigas
con una, a la vez, de “giras”
por todas las mejillas
de sus hegemonías
sin dar
–embargo–, los correos que obscurecen
las esquinas
de cualquier morir de aires
en los barrios
de la brisa
ni, tampoco
las carillas
con que pueblan
un vano
de zureos
los vidrios exhaustivos
de algún día…
Y, así, para más
no poseer
señor
pensárase un
mayor
de amor
las lamparillas
que hubieron de encender
las
novias
de aquel día
así, y, más para
no ver
señor de
ella
las noticias…