Nota a «Kleines Lied der Abendstunde»

Primer poema que escribí en alemán. El pequeño texto operó un cambio cualitativo en mi relación con esta lengua: significó un paso, seguramente muy humilde pero decisivo, en una parcela que me faltaba.

Al respecto, un par de comentarios: Quienquiera que se ocupe intensamente con otra lengua, sabe que la relación nunca es unidireccional, el sentido va y viene; de una simple proyección fantasmática de la lengua materna sobre la adquirida puede hablarse tal vez no más que en la primera etapa de su adquisición. Esto vale no sólo para el orden semántico. ¿Quién da cuenta de lo que incluso alitera más allá de la lengua ‹materna›, o más precisamente, entre dos lenguas? Rilke: »…daß ein Gefühl entsteht, / weil Blütenblätter Blütenblätter rühren?« Y en francés: «tendresse touchant aux tendresses… / Cest ton intérieur qui sans cesse…»

La lingüística moderna nos enseñó a estimar, y aun a sobreestimar al «hablante nativo»; sin embargo, debemos guardarnos de esta sobreestimación. En lo que hace a la escritura (y no sólo de poesía…), diría, a la inversa, que hay que aprender a cuidarse del hablante nativo… La lengua, ‹materna› o ‹extranjera›, requiere siempre una apropiación. El grado de ‹dominio› sobre la lengua del que dispongo equivale al grado de mi apropiación, la cual supone, ante todo, un trabajo. Es sólo el grado de esta apropiación el que autoriza el posesivo: en qué medida puedo llamar a una lengua mía

Resulta sorprendente la ligereza y el esquematismo con que suelen tratarse estas cuestiones.