A Verónica Josefina Vittori
Te traen suaves lluvias,
suelta como un alma,
venideras de otra linde,
del sud, las que medraban,
antes ya, por el hechizo,
la visión presagiosa
del vino escandido:
¿El salto del espíritu al abismo? [*]
Y si nace con el viento
la inefable melodía,
amiga, te estremeces,
porque eres ya bambú
sostenido en la tormenta,
atenta a la silente
caída de la hoja.
Y como ella, rielante,
tendida por más colinas,
serás el carmín noble
de aquella viña futura,
para adviento del vértigo,
del vacío puro
donde el vuelo se levanta
y el misterio del oro
te convoca evanescente,
donde más fecunda eres
siendo desasida.