Pluriversalia: una poética neo-barroca de los tiempos postmodernos (cibernéticos)

por Roberto García

 

 

I. Lo que es un cuerpo poético en tanto máquina

Comenzar un diálogo crítico acerca de Pluriversalia supone varios problemas de carácter epistemológico. Por un lado, debemos acercarnos al plural advertido por los propios autores en el apartado «Sobre la presente edición», ese dual congenial desde el que Héctor A. Piccoli y Claudio J. Sguro se nos presentan como los múltiples de una subjetividad poética andamiados en la tradición barroca, concreta y hermética, según el caso de uno, el otro o ambos. Y a su vez, y esto no agota, claro está, los plurales implicados, habrá que preguntarse por la relación profunda de esa presentación dual con la disposición maquínica que implica el soporte hipertextual informático.

El hipertexto en tanto herramienta disponible en la escritura electrónica es un sistema de enlaces que hacen visible un factor estructural de los lenguajes y sus gramáticas: las relaciones sintagmáticas y paradigmáticas. Si lo visible en tanto afección primera provocada por la materialidad de la lengua, su soporte significante, es el sintagma, para acceder a lo paradigmático se requiere un logos. La elección de los posibles tiempos o modos verbales, por ejemplo, queda subsumida por la presentación del sintagma y, desde esta unidad mínima del texto, la secuencia continúa su ordenamiento lineal hacia el nivel del discurso.

Sabemos ya que desde tiempos antiguos la propia retórica dejaba un espacio vacío para que el auditorio pudiese salirse de la inmanencia secuencial de la pieza oratoria, a fin de componer con el afuera contextual ‹su› propia conclusión enhebrada previamente en la dispositio de los argumentos, y que la invención de la nota a pie de página implicaba una salida de la linealidad del sintagma hacia el paradigma de variados textos. Hacer una mención exhaustiva de la historia epistemológica de la relación sintagma-paradigma no es el propósito de este primer apartado; sí lo es dejar linkeadas dos o tres instancias de reflexión que nos servirán de suplemento para pensar la complejidad de Pluriversalia en tanto texto que, de manera explícita, conjunciona las dimensiones simbólicas y formales de la Poética con el soporte tecnológico que la hace pública bajo el formato digital.

Se trata, bajo esta perspectiva, de una obra literaria que hace obra también de dicho soporte tecnológico, integración que vislumbramos pero de la que aún no tenemos certezas acerca de sus futuros avatares. En ese mismo ‹supratexto› (obra poética reunida de dos sujetos literarios y soporte electrónico con accesos paradigmáticos) probamos las posibilidades hipertextuales no sólo accesibles en las glosas o notas explicativas sino, más aún, en su «Tópica», que reorganiza el conjunto, mostrándonos que esas categorías presentadas podrían multiplicarse según el punto de vista que las disponga: los lectores y sus posibles paralajes recorriendo las obras particulares aquí reunidas (la secuencia discreta de cada poema) y sus posibles intersecciones en diferentes conjuntos categoriales expresados en forma de paradigmas digitalizados; y algo más extremo aún, ya que dichas reuniones implican también una máquina (software) que los autores denominan Transgrama, en el que los mismos lectores podrían probar la métrica de sus propios versos, yendo y viniendo de la lectura a la escritura.

En este sentido, deberíamos pensar, en el orden del lugar común de la crítica, en aquella lectura foucaultiana sobre la multiplicidad banal de las categorizaciones planteadas en el «Idioma analítico de John Wilkins» de J. L. Borges. Las resultantes derivadas del libro Las palabras y las cosas eran básicamente dos: que la verdad era una disposición de elementos definidos en cada época histórica y, por ende, que no existen verdades permanentes más allá de esos contextos. Decía Foucault: «Así, existe en toda cultura, entre el uso de lo que pudiéramos llamar los códigos ordenadores y las reflexiones sobre orden, una experiencia desnuda del orden y sus modos de ser.» Se trataría de un ordenamiento antropológico que reparte similitudes y diferencias, encontrando un punto medio entre la percepción empírica y la formulación teórica o interpretativa, un sustrato ‹arqueológico› que no se define por lo lingüístico, ya que la representación de las palabras es inmotivada en relación con lo referido y, por lo tanto, anclada a una distribución móvil de símbolos sobre una red de relaciones sociales.

No tanto a contrapelo de este lugar común de la postmodernidad, sino alivianando sus consecuencias, esta ‹taxonomía› presente en las tópicas de Pluriversalia nos sugiere que las categorías no dejan de ser siempre interiores al plano del conjunto del que tratan y, si bien hay posibilidad de encontrar un nuevo orden en dicho conjunto, eso dependerá de las lecturas futuras, que en este caso concreto podrían ser impactadas en el mismo hipertexto informático, si ambos autores (de partida: HAP y CJS) consideraran pertinente ‹abrir› aún más el campo (de llegada) de lo autoral.

En resumen, en dichas tópicas nos encontraremos con los registros de formalización poética de los textos escritos por el autor dual (tanto de las formas métricas: heptasílabos, octosílabos, etc., como de las formas canónicas estructurales: romances, sonetos, etc.); con los elementos venidos de afuera (los prólogos) pero que no dejan de ser inmanentes, en tanto han sido resultado de las lecturas de las obras o, también, con categorías críticas tales como «ciberpoemas» o «poemas concretos». Es decir, reunión de multiplicidades y, por ende, «síntesis de lo heterogéneo, no de lo homogéneo».

En este punto, ¿no debemos preguntarnos, ante una obra como Pluriversalia, qué es un cuerpo poético? Ante el relativismo del método ‹arqueológico› foucaultiano antes expuesto, que mostraba que la dimensión epistemológica dependía de las configuraciones históricas, pensamos que aquí se abre una distinción de lo invariante en la historia de la poesía (aun considerando su prehistoria mítica), algo así como su hebra de verdad, entendida en tanto producción sostenida de sentidos no distinguidos (pensados) antes de su irrupción poemática. En suma, la producción conectiva de partes cualesquiera: síntesis de lo heterogéneo del lenguaje en tanto iluminación de sentidos diferentes. No se trataría de quedar librados al sinsentido del orden analítico que abre categorizaciones más o menos adecuadas al pensar lo real, sino en cómo se procede a conectar / producir (¿no es ése el significado originario de poiesis?) universos sintéticos de significación, apoyados a su vez en las formalizaciones poéticas precedentes. Pensamos que en ambos autores estos elementos son indispensables para la escritura y, por ende, los sostienen de manera programática. Ninguna dilución de la forma (empezando por la métrica) ni del sentido debe ser aceptada en tanto futuro de la poesía, como veremos en los puntos subsiguientes. Lejos de cualquier vanguardia ilusoria propia de la cultura postmoderna, el sostenimiento de las formas y de la fabricación de sentidos complejos es la bandera emancipada que vemos flamear en esta Pluriversalia, contra la conversión final de toda manifestación simbólica en mercancía («todo se hunde en las frías aguas del cálculo», anticipaban, de esta contemporaneidad, Marx y Engels, en el Manifiesto Comunista) o en un mero regodeo yoico autocomplaciente, a imagen y semejanza de la economía del capitalismo financiero.

Leamos, por ejemplo, «El cencerro disgrega en la grisalla…» de Héctor Aldo Piccoli (HAP) una manera de presentar el problema de las multiplicidades:

El cencerro disgrega en la grisalla

la prieta identidad de un corazón:

si se aleja en la franja de la niebla,

confina la madrina eco a la playa;

cunde en nadie, isla, carne de aluvión,

que en la fría palada que nos puebla,

un abra nos convoque así, abisal,

al hostigo, a no ser, a madre igual.

Usando el criterio de lectura paradigmática, que posiblemente pueda pensarse en paralelo al hipertexto, veamos dos términos del poema, «cencerro» y «madrina», y algo de su centro complejo comenzará a mostrarse. Estamos ante un problema de manadas, es decir, de múltiples animales y de la guía de un camino para ellos, que pueden perderse, si el cencerro «se aleja en la franja de la niebla». En este contexto, «grisalla», «niebla» y «hostigo» nos hablan de un dibujo de lo real aún no terminado de colorear, de su visión difusa y, también, de la posibilidad de quedar a la intemperie, en medio de las fuerzas naturales. Sólo la débil voz del cencerro marca un sentido que está, asimismo, por perderse dejando a la madrina, ese individuo manso que es guía del resto aún indómito, en un confín. Sin esa guía del sentido lo múltiple «cunde en nadie», se aísla y deviene «carne de aluvión», indefiniéndose aún más en la correntada barrosa.

Entonces, en el orden sintagmático aparece el esplendor de una metáfora certera que reúne el doble sentido de la multiplicidad aún no reunida pero también del conjunto material que volverá a disolverse en esa «fría palada que nos puebla». Hay barro primordial indiferenciado que la palada junta, para dejarlo en abismo, cíclicamente, ante el no-ser, porque si hay «madre igual» no hay diferenciación. Sabemos por el poema que la «madre» ordena categorías, mientras que la «sementera equívoca» («Sacra Privata»), aludida por Nicolás Rosa en el prólogo a Si no a enhestar el oro oído, pareciera presentar la imposibilidad de distinguir las manadas, hundiéndolas en el seno de Lo-Mismo. Por otra parte, sin su plural siembra en el barro nada volvería a surgir.

En «Anaxágoras (homeomerías), Empédocles, Platón» de (ἄ)/ τομος, HAP plantea nuevamente el carácter múltiple de la sementera atómica: «¿Fue en el caos primigenio disímil sementera / a la que el ‹espíritu› un orden infundiera?» Ese «espíritu» en la máquina poética de este hipertexto se presenta, tanto en las construcciones de sentidos metafóricos –los que no deben desprenderse nunca de la terceridad referencial de los múltiples materiales mundanos–, cuanto en el doble vínculo entre el orden lineal sintagmático del poema y el orden categorial paradigmático de la memoria poética de las obras en él reunidas por los autores (en tanto dual congenial), no menos que en sus conexiones con otras, tal como veremos en cantidad de notas y referencias.

Una advertencia de esta relación la vemos en el Manifiesto fractal de HAP, cuyo advenimiento en el formato hipertextual debe ser puesto en cuestión ante la IA en tanto captura de las memorias colectivas, sin confundir el lugar conectivo / disyuntivo de toda máquina:

En Fractales proponemos un trabajo con el ordenador, si no la más importante, seguramente la más versátil de las herramientas jamás poseída por el hombre. No somos cultores ciegos de «la máquina»…, pero negamos la falsa oposición hombre / máquina y despreciamos la ciencia-ficción que pregona la novela ominosa de su supuesto antagonismo. Dudamos del sentido en que se afirma que las máquinas dominarían el sentido: cuesta imaginar algo más opuesto al binarismo que el lenguaje humano (ni qué decir, si del poético se trata), pero fundamos el trabajo allí donde la herramienta se revela como más maravillosa: en el escrutinio, los paradigmas, las permutaciones, la celeridad y la memoria.

En todo caso, el problema sería dejar abandonada por completo, en manos de una memoria de lo hecho, nuestra capacidad de deseos colectivos y de agenciamientos subjetivos, porque la memoria de lo pasado es un registro indispensable de las conexiones, pero nunca asegurará por sí sola, sin esas capacidades, las nuevas nominaciones del movimiento inacabado de lo social, su poiesis infinita.

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