Nota a «Detrás de la mampara…»

Escrito al poco tiempo de separarme de Gretel. Con ella quedaron, en la casa del Psje. Hernán Cortés, dos de nuestras ovejeras: Holde y la primera que tuvimos, Eduviges, con la que empezamos a criar. Llegó un día al instituto para decirme que, en una pelea, Holde había matado a Eduviges. Lo acaecido era, además de terrible, llamativo en más de un sentido: jamás se habían peleado; Eduviges era muy valiente, de muchísimo carácter (a diferencia de su ‹rival›), además de más fuerte que Holde…, ¿cómo podía explicarse que ahora…? Movidos a múltiples reflexiones, dimos en pensar que el animal estaba ‹extrañado de sí›, desde la separación de nosotros, sus dueños. A este episodio, en fin, que nos conmovió profundamente, hace referencia la parte central del poema («Has encontrado en tu casa…»); acompañé a Gretel, y juntos retiramos el cuerpo sanguinolento de la perra entrañable («¿Recuerdas la manta grávida… y el reguero de cinabrio…»). Al escribir la estrofa siguiente, «Al partir tomaste…» tenía presente el conmovedor pasaje de Oskar W. de L. Milosz en La charrette, donde describe a «l´épouse terrestre» : «…Et dans le mouvement des joues et de la gorge / Pendant qu´elle mangeait, une claire innocence, / Une gratitude, une pureté qui faisait mal – ô / Vie! O amour sans visage!…»