Nota a «Por allí la sombra…»

Recuerdo vívidamente el momento de concepción del poema: una noche de invierno pasaba frente a una obra en construcción, en la que sentí, a través del vano de una puerta, el olor a la amalgama de tierra, mezcla y humedad, que recuerdo desde niño haber percibido en las sucesivas casas que mi padre ha construido. El poema se sostiene en la figura de la anagnórisis o agnición, entendida, en sentido amplio, como acto de reconocimiento o de autorreconocimiento; es, por ende, inherentemente dialógico. Dedicado a mi padre, Salvatore Sguro, italiano, albañil minucioso, establece una doble filiación. La primera se instaura por medio de la analogía entre el rigor constructivo propio de su oficio manual y el que creo debe también estructurar el texto poético. Recordemos, a este propósito, las palabras de HAP a las que adhiero plenamente: «[…] A pesar del postmodernismo farandulesco, a pesar del pregón de las ‹grandes muertes›, (‹muerte de la historia›, ‹muerte de las –llamadas– utopías›), a pesar de la designificación generalizada impuesta a los más diversos órdenes de la vida social por el capitalismo de la globalización [por el turbocapitalismo, al decir de Luttwak], la sociedad de fines del XX y principios del XXI, conserva y conservará, en sus creaciones más auténticas, los signos de la arquitectura y el cálculo: esos signos están inscriptos en la forma misma de la actual división del trabajo, sin la cual es impensable toda forma de organización social, ni ésta –deplorable– ni otra más justa. […]» [ https://www.bibliele.com/ciberpoesia/transgrama/historicidad.html ] La segunda se instituye a través de la asunción del idioma y el acervo cultural peninsulares. De ésta dan cuenta el bilingüismo y algunas referencias intertextuales.