¿Qué universo late en la rosa?
    Cada pétalo suma y destila
    la esencia embriagada, la sibila
    del aroma de esta aula sigilosa.
    
    ¿Qué idea la erige y la acosa?
    Se abisma en sí, se escinde y cintila
    la escarlata que borda su pupila,
    el ansia eterna del color nerviosa.
    
    Es paciencia, es silencio, es belleza
    de hermética labor que anida, exhuma,
    con su incipiente exhalación, lo abierto.
    
    Nace, medra y frenética empieza
    a ceder aun, con la obra que consuma,
    su último fulgor en el desierto.
  
¿Qué arte se resume en la rosa?
    Cada espira es espejo que instila
    la imagen de su centro, la favila:
    la esencia aliterada y rigurosa.
    
    ¿Qué anhelo la concentra y la glosa?
    En su lete rubí abismada rila,
    mas, por afán de ser, se aniquila,
    crisálida a la vez y mariposa.
    
    Es toda la belleza contenida,
    es forma elemental que flora y mana,
    con múltiple flexión en el ascenso.
    
    Cautiva se entrega, abierta olvida
    su destino: nacer perfecta, y vana
    erguirse obstinada en el descenso.
  
¿Qué doctrina se cifra en la rosa?
    Cada lámina mana y esmerila
    la dicción sahumada que vigila
    toda la arquitectura en sí celosa.
    
    ¿Qué vértigo la arroba y la desposa?
    Se sume en su púrpura y vacila,
    vulnerada por la hora que asibila
    su último deseo sentenciosa.
    
    Es toda centro y toda dehiscencia;
    la paradoja crea de su celda:
    cautiva la mirada, estando abierta.
    
    En su consumación está su ciencia:
    a cada espina la belleza suelda
    y desfallece sólo si cae muerta.