Nota a «La alcohólica constancia…»

Cf. nuestro Prólogo a Animalia poetica:

«La posición de Heidegger reniega –por no decir: se ubica en las antípodas– de la herencia alemana del siglo XVIII y, más precisamente, de la Goethezeit. Ya el poema de Wieland La naturaleza de las cosas (Die Natur der Dinge, 1750)  nos dice:

»[…] Ist in ätherschen Reichen

Ein Stern nicht selbst ein Tier, das einst der Tod wird bleichen?

Hier liegt der stille Grund, der, ganz im Stoff versteckt,

Der forschende Verstand, durch manchen Schluss entdeckt,

Die Geistigkeiten sinds, die ändernd sich erhöhen,

[…]«

 

«[…] en etérêos reinos no es

un animal la estrella misma, que empalidecerá la muerte alguna vez?

He aquí el silencïoso fondo, el que está oculto en la materia por completo,

el intelecto avizor, por más de una conclusión descubierto,

las espiritualidades son, que cambiando se elevan,

[…]»

A esto, von Aesch (ver nota al pie Nº 4): «Ése es el nuevo significado del antiguo ‹Panta rhei›, que los mundos y estrellas y hombres y animales y plantas y microbios y unidades de materia, que todo eso no es sino un flujo continuo pero en ascenso interminable.» Y al principio del capítulo siguiente, «La unidad de la naturaleza orgánica: el hombre y el animal»: «un concepto específicamente romántico puede ser advertido con toda claridad. No identifica con ingenuidad infantil al hombre y al animal. Más bien se acuerda siempre de su desemejanza. (‹Los animales le huyen, pues él, el hombre, es diferente›, así canta Hölderlin); pero cuando se penetra más allá de la separación real, hay siempre en el concepto romántico, un ansia —llena de esperanzas— de la posibilidad de una reunión.» (La cursiva es nuestra) […]»